Montada como un emblema, la obra plantea una apropiación de los códigos heráldicos para proponer una iconografía íntima y política a la vez. El cuerpo como territorio, el cuerpo como lugar de pertenencia y de batalla. La frase del título, mi cuerpo, la patria mía, condensa esta idea: si la patria puede ser apropiada, traicionada o perdida, el cuerpo es lo último que queda como espacio de soberanía.Esta obra surge de una necesidad urgente de vincular la experiencia personal con la historia compartida, de pensar la corporalidad como espacio de memoria, resistencia y afirmación.
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